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Mi proceso en el logro de mi cambio de hábitos, bienestar físico y mental


Hoy me gustaría contarte sobre como ha sido mi proceso con respecto a la alimentación, peso, cuerpo y redescubrimiento personal. Mi vida no siempre fue en base a una alimentación saludable y no siempre estuve en el peso que hubiese deseado.

Comencemos por mi madre mujer siempre presente y dedicada al máximo en mi educación, en la casa se comía lo que ella cocinaba porque era la encargada de la cocina, por lo tanto mientras fui niña ella era la única responsable por mi alimentación. A medida que fuí creciendo mi mamá comienza a ponerse estricta controlando mi comida (entiendo su preocupación), porque yo siempre tenía hambre, comía fuera de horas, amaba los dulces, las golosinas, los saladitos, helados, la chocolatada, detestaba llevar comida casera al colegio o a la secundaria porque los niños se burlaban, entonces siempre preferí llevar dinero y comprarme comida poco nutritiva en la escuela o kioscos cercanos a ella.

A mis 10 años más o menos comencé a explorar la cocina y descubrí que me gustaba mucho cocinar, aprendí con mi abuela Nena a hacer tortas dulces (bizcochos, mantecadas), como era lo único que sabía hacer casi que lo hacía a diario en mi casa y esto terminó resultando en un problema, porque comía torta casi que todos los días y mi madre trataba de evitar que cocinara porque me veía gordita y comía mucho. En aquel momento la única solución que encontré a esto era aprender a ir caminando solita a la casa de mis abuelos que quedaba como a 20 cuadras de mi casa y ahí cocinaba con mi abuela pizzas y tortas dulces con nata, recuerdo que ella me esperaba con todo listo para ponernos con las manos a la obra desde los ingredientes hasta los utensilios. Ay que lindos recuerdos!

Como era gordita en comparación con mi hermana que siempre fue re flaca. Mamá a mis 14 años me llevó a la nutricionista para aprender a comer mejor, perder peso y así llegaría delgada a la fiesta de mis 15 años. Confieso que antes de ir a la consulta quincenal con la nutricionista me ponía muy nerviosa porque tenía miedo de no haber bajado nada de peso y verle la cara a la nutri de que me había portado mal. La meta de pérdida de peso para aquel entonces era de 10kg más o menos, debía bajar entre 500g a 1kg por semana o quincena, no recuerdo bien. Cuando no lograba hacerlo me sentía muy desubicada y avergonzada. Recuerdo que había una lista en el plan de alimentación donde decía alimentos libres y alimentos que no debería comer. Dentro de los que no debía comer había algunos que me gustaban, y cuando los comía me sentía mal, con culpa y me mentalizaba que no iba a perder peso por haberlos comido. Me aferraba mucho a los alimentos que si podía comer :), pero tenía que seguir un menú semanal, y la torta de fiambre de los recreos de la secundaria solo se podía comer los miércoles :(.

No pude terminar el tratamiento, lo que constaba llegar al peso que la nutricionista consideraba que era ideal para mi. Siempre me quedó resonando eso, que no fuí lo suficientemente fuerte, responsable, disciplinada como para lograr el peso para llegar a ser "normal". En aquel momento sentí que le hice perder tiempo tanto a la nutri como a mi madre. Pero confieso que cuando dejé de ir, me sentí libre y perdida a la vez, no sabía cómo continuar y tenía un poco de miedo a esa libertad. Dos años después comencé a engordar mucho. Recuperé el peso que había perdido y más!

Desde las vivencias que tuve durante ese tiempo y luego en facultad me fuí dando cuenta que el problema no era yo, yo ya era sino que el problema eran las dietas, la restricción, la obsesión que me hacían tener con mi peso, la desconexión que tenía con mi cuerpo y mis sensaciones.

Entonces comencé el camino hacia el autoconocimiento, entender cual era mi yo "normal", respetando mis tiempos, mi cuerpo, haciendo cosas que me gustaban. Detestaba la actividad física y eso me jugaba en contra pero aún así trataba de hacerlo, elegía hacer el ejercicio que se me hacía interesante, comencé yendo a facultad y a trabajar caminando, o sea, dejé de utilizar el transporte público, entonces la actividad física se acomodaba perfectamente a mi rutina sin que me hiciera pensar que era un ejercicio físico propiamente dicho, con esto me refiero a que no necesitaba vestirme con ropa para hacer gimnasia o para ir a un gimnasio o a un lugar específico para hacer ejercicio, lo único que me ponía era unos buenas zapatillas. Luego salía a caminar con amigas, sola, a trotar por lugares que me transmitían paz y me parecían lindos, luego me compré una bicicleta y así fuí tratando de que la actividad física fuese parte de mi rutina, no todos los días pero al menos era más que antes y había encontrado más opciones.

Siendo cocinera, amando la gastronomía, probar diferentes alimentos, cocinando en casa y en el trabajo sabía que las dietas no eran para mi porque debía dejar de comer lo que me gustaba y justamente ese era mi propósito, comer lo que me gustaba y ampliar mi abanico gastronómico con comidas diferentes.
Entonces comencé mi propio proceso de transformación, sin ser estricta pero sí flexible. Y así comencé de a poquito porque ya tenía demasiadas preocupaciones en mi vida como para estresarme con mi alimentación. Por ejemplo: si había hamburguesa en vez de acompañarla con fritas la acompaña con ensalada, algunas veces las hacía caseras, en vez de pan blanco cambiaba por pan integral, en vez de papas fritas papas al horno. Si salía a comer y no tenía ganas de comer hamburguesa me pedía wraps con vegetales y pollo grillado y así fui cambiando un poco las elecciones que tomaba. Comencé a incorporar verduras a todo, tanto cocidos como crudos. Comía algo de frutas, bebía agua pero aun así continuaba experimentando y priorizaba consumir alimentos que me gustaban. Intentaba hacer recetas diferentes, recetas que me beneficiaran en el proceso.

También aprendí con este proceso que como todo en la vida, debía ponerme límites, fuí concientizando que habían ciertos ingredientes en mi cocina que no me aportan beneficios nutricionales si los consumía a diario, entonces entendí que debía hacerlos a un lado y si consumirlos de forma esporádica como alimentos que vivien en paquete, el dulce de leche, los bizcochos, el azúcar, las recetas de pastelería.

De esta forma pude ir encontrando el equilibrio y relacionandome mejor con mi cuerpo, porque el proceso fue lento entonces debía aceptarme tal cual era mi físico en ese momento pero siempre trataba de cuidar mi autoestima con el cuidado personal como yendo a la peluquería, me pintaba las uñas, me maquillaba, el ejercico me hacía sentir triunfadora y que había logrado un desafío personal cuando lo hacía.

Me relacioné mejor con los alimentos, entendiendo que no hay alimentos prohibidos o que engordan sino que todo depende con cuánta frecuencia los coma y que cantidad.

Comencé a respetar las sensaciones de mi cuerpo, antes tenía reglas impuestas por la dieta horarios para cada comida, si comía fuera de horas creía que engordaba. Fui entendiendo que lo mejor es confiar en mí, en mi cuerpo, estar presente en mis comidas e identificar cuando realmente tengo hambre y cuando estoy satisfecha, entendiendo que hay alimentos que son más necesarios que otros dentro de mi proceso y priorizo los que me hacen sentir bien.

Hoy en día no tengo un seguimiento de mi peso con una balanza como la cultura de la dieta me lo había impuesto, hoy tengo un seguimiento de mi salud mediante mi estado de ánimo, de mi nivel de energía, mido mis destrezas físicas desafiandome con el ejercicio, cuido de mi salud intestinal, de mi salud pre y durante la menstruación, noto como están mis uñas, mi pelo, mi piel, me siento saludable, me siento feliz, los alimentos me dan la energía que necesito, hoy mi vida se ha transformado en otra cosa muy distinta en comparación con mi pasado. Hoy como lo que quiero, lo que necesito, lo que me hace bien. Mi cuerpo sabe cómo sanarse y confío en él.
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